Pienso en ti todo el tiempo, como se piensa en un crimen perfecto, tratando de armar todas las piezas, conjugando las posibilidades, recorriendo las pistas y borrando, a cada paso, las huellas. Te pienso en negliyés, en jeans, en faldas cortas y blusas largas, mirando al cielo, con tus labios pintados tocando apenas el borde de la taza del café, construyendo un nuevo destino en cada sorbo. O bebiendo vino tinto, con una copa de vino, mirando las estrellas y pensando en antiguos kamikazes, en la belleza del exterminio. Pienso en ti antes de dormir y apenas despierto, me abrazo a la almohada pensándote. Es un acto solitario y ruin, como respirar, como bailar con el diablo. Es una tristeza que se estira a través de laberintos silenciosos. Pienso en ti, todo el tiempo, con mi verga en las manos, me masturbo esquizofrénico y violentamente pensando en ti, en tus labios, en tus pechos, en tus nalgas, en tu sexo, en tus piernas, en tu espalda, en tu espíritu. Derramo mi simiente al suelo frío. Exploto en miles de galaxias al imaginar tus pechos dentro de mi boca, al imaginarte cabalgándome como una puta profesional. Te pienso y te imagino, entre tantas indeterminaciones, como un cuadro abstracto colgando de mi alma, como una muerte en medias de red detrás de los bares. Es un atropello, este juego, esta nostalgia del caníbal por su víctima imposible; este rezar a dioses paganos para que tus labios, por azar o destino, bailen un tango dentro de mi beso. Pienso en ti, también, como una guerrera sanguinaria, una señorita libre capaz de las peores atrocidades; te imagino fumando mientras la noche cae, como una gota de licor, acariciando tu espalda. Pienso en ti todo el tiempo, como se piensa en la redacción de un libro, tratando de armar una trama, una línea de tiempo, personajes y ritmos, escenarios. Como se piensa en un libro que al terminar de escribirse se queda en la hoguera del recuerdo. Te pienso vestida con una de mis playeras, con vestido de noche, en babydoll, haciendo malabares con los planetas, hilvanando luciérnagas hasta tejer nuestra oportunidad, esculpiendo el ruido para hacer nuestra canción. Pienso en ti, erótica, pervertida, salvajemente. En ti de colegiala, de aeromoza, de crononauta, de escribana. Todos los días, a todas horas, te pienso y estoy duro como el concreto, como la conciencia, como la memoria en las piedras. Es un acto solitario y ruin, como el suicidio, pero te tiendo un lazo de esta pequeña muerte, de este inagotable impulso de tánatos. Ven a morderme, sángrame; déjame probarte; la noche es un río de tiempo, la realidad una ilusión a través del espejo, el tiempo es finito. Es una implosión, este juego, un movimiento atrevido de ajedrez, un jaque mate, ¿qué harás?
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